Ampliación del campo de batalla: El urbanismo concebido desde el paisaje.
Javier Pérez Igualada


Rem Koolhaas. Propuesta para la Ville Nouvelle de Melun-Senert.

En los años 90 la revista Casabella comenzaba el año con unos memorables números dobles de carácter monográfico. El de 1993 se titulaba Il disegno degli spazi aperti, y contiene, entre otros artículos excelentes, uno de Peter Buchanan titulado Oltre il mero abbellimento. En la línea de Collage City de Colin Rowe, Buchanan comienza diciendo que uno de mayores problemas de la fragmentada ciudad contemporánea no es la carencia de espacios abiertos, sino la sobreabundancia de los mismos:

«…edificios aislados, conformados únicamente a partir de sus demandas internas, flotan en un espacio indefinido, atravesado por vías de circulación. Después, para rellenar el espacio entre los edificios, y entre éstos y los viales, se introduce el verde en un desesperado intento de compactar el conjunto (…) El paisajismo es la panacea contemporánea, el bálsamo que debe curar o a menos esconder los destrozos y heridas que hemos infligido a nuestras ciudades» (1993:31)

Buchanan terminaba con una contundente afirmación: «El proyecto paisajístico –o al menos gran parte del mismo- se ha convertido en uno de los flagelos de nuestro tiempo. Exprimido sin remordimientos, como la pasta dentífrica de su tubo, participa de los mismos problemas de falta de sustancia que aquejan a gran parte del espacio arquitectónico moderno» (1993:31).

Esta visión crítica expresada por Buchanan, de rechazo a la ciudad dispersa y al paisajismo entendido como ornamento o bálsamo reparador de la misma, será la predominante hasta mediados de los 90. Sin embargo, a partir de ese momento, y en paralelo a la aceleración de los procesos de urbanización en todo el mundo, empezarán a adquirir peso posturas a favor de asumir el desarrollo urbano fragmentado como un dato, como un atributo de la metrópoli contemporánea. Dentro de estas posiciones, que pueden calificarse como acríticas, el paisajismo cobrará un gran protagonismo.

Rem Koolhaas, manteniendo el papel de enfant terrible iniciado con sus propuestas para los concursos del parque de La Villette y de la nueva ciudad de Melun Senart, abrió fuego en 1994 con su célebre artículo What Ever Happened to Urbanism?, incluido posteriormente en el libro S,M,L,XL:

«La urbanización extensiva ha modificado la misma condición urbana más allá de cualquier precedente. "La" ciudad ya no existe. Como el concepto de ciudad se distorsiona y estira más allá de todo precedente, la insistencia en su condición primordial -en términos de imágenes, normativas, fabricación- conduce irrevocablemente a la irrelevancia por el camino de la nostalgia.

Para los urbanistas, el tardío redescubrimiento de las virtudes de la ciudad clásica justo en el momento de su imposibilidad definitiva puede haber significado el punto de no retorno, el momento fatal de la desconexión, de la descalificación. Ahora son especialistas en dolores fantasmas: médicos que discuten las peculiaridades de un miembro amputado» (1995: 122).

Tras señalar que, muerto el urbanismo tradicional, sólo quedaba la arquitectura, Koolhaas, defendía la necesidad de un nuevo y diferente urbanismo para esta ciudad que se distorsiona y estira:

«Liberado de sus obligaciones atávicas, el urbanismo redefinido como una forma de operar sobre lo inevitable atacará a la arquitectura, invadirá sus trincheras, la arrancará de sus bastiones, minará sus certidumbres, explotará sus límites, ridiculizará sus preocupaciones por la materia y la sustancia, destruirá sus tradiciones, hará huir a sus practicantes de sus refugios... Dado que no somos responsables, tenemos que convertirnos en irresponsables. En un paisaje de creciente pragmatismo falto de permanencia, el urbanismo ya no debe ser la más solemne de nuestras decisiones; el urbanismo puede animarse, convertirse en una gaya ciencia: el Urbanismo Alegre » (1995: 123).

El paisaje va a jugar un importante papel en este urbanismo alegre e irresponsable. Así, en 1998, Koolhaas afirmaba que «La arquitectura no es ya el elemento primario del orden urbano, sino que cada vez más el orden urbano lo proporciona un delgado plano horizontal vegetal; cada vez más, el paisaje es el elemento primario del orden urbano».

  Buffalo Bayou Promenade. Houston | SWA Group


Una postura convergente con la de Koolhaas, desde una perspectiva completamente diferente, es la de Kenneth Frampton. En los años 80, Frampton proponía, con su concepto de regionalismo crítico, una arquitectura de resistencia frente a la homogeneización mundial impuesta por las fuerzas económicas del capitalismo. En los 90, en cambio, el paisajismo sustituye a la arquitectura como instrumento principal de esa resistencia. Comentando las tesis expuestas por Peter Rowe en 1991 en Making a Middle Landscape, Frampton señala la necesidad del paisajismo como bálsamo reparador para la distopía de la megalópolis:

«Dos conclusiones pueden deducirse de las tesis de Rowe: en primer lugar, que la prioridad debería atribuirse ahora al paisaje, más que a la forma construida y, en segundo lugar, que hay una necesidad apremiante de transformar ciertos tipos metropolitanos tales como centros comerciales, playas de aparcamiento y parques de oficinas en formas construidas con el paisaje… La distopía de la megalópolis es ya un hecho histórico irreversible: hace tiempo que se ha implantado un nuevo modo de vida, por no decir una nueva naturaleza… necesitamos concebir un paisaje reparador que sea capaz de jugar un papel crítico y compensatorio en relación con la destructiva modificación en curso del mundo hecho por el hombre» (1994:83).

Vemos pues que el paisaje se sitúa en el centro del discurso urbano tanto para Koolhaas, internacionalista acrítico, como para Frampton, regionalista crítico.

La idea de que el paisaje debe ser el fundamento principal del proyecto urbano y territorial es la premisa básica del landscape urbanism, concepto lanzado en 1997 por Charles Waldheim, responsable del programa de landscape architecture de la Graduate School of Design de Harvard. Este concepto surgió, en principio, como crítica a los planteamientos profesionales y disciplinares del diseño urbano neotradicional, y como alternativa al “New Urbanism”, al que se considera incapaz de dar respuesta al rápido ritmo de cambio urbano y al carácter esencialmente horizontal de la urbanización contemporánea en América del Norte y en gran parte de Europa occidental:

«Una forma adjetivada del urbanismo, en cualquier caso, ha surgido como alternativa al urban design. Las condiciones estructurales que hacen preciso un urbanismo medioambientalmente modificado han surgido cuando los modelos europeos de densidad urbana, centralidad y legibilidad de la forma urbana parecen cada vez más remotos, y cuando la mayor parte de nosotros vivimos y trabajamos en entornos más suburbanos que urbanos, más vegetales que arquitectónicos, y más infraestructurales que cerrados. Estas condiciones estructurales para la práctica urbana y los alineamientos disciplinares asociados a ella persistirán, y nuestro lenguaje evolucionará y se transformará, en su intento incompleto, pero absolutamente necesario, de describirlas» (Waldheim, 2012: 24).

Sea cual sea el “nosotros” a que se refiere Waldheim, lo que plantea es, si no una defensa, si al menos una aceptación acrítica del sprawl, del modelo urbano discontinuo horizontal y en constante cambio. El urban design es asociado al new urbanism, lastrado por su estética regresiva, y con él se condena también el modelo europeo de urbanismo “urbano”, centrado en las formas urbanas tradicionales, que es calificado de nostálgico.

El landscape urbanism es para Frederick Steiner, decano de la Escuela de Arquitectura de Austin, una de las dos ideas emergentes a partir de mediados de los años 90 que tienen implicaciones en cuanto a la forma en que diseñaremos y planificaremos las ciudades del siglo XXI. La otra es la ecología urbana (urban ecology). El landscape urbanism surge del campo de la landscape architecture, y busca integrar la ecología y la cultura del diseño. La ecología urbana deriva de las ciencias medioambientales, y se basa en la aplicación de métodos ecológicos, ya muy contrastados en lugares no urbanos, a las ciudades y regiones metropolitanas (Steiner, 2011:XXX).

En al ámbito europeo, Enric Batlle, con su concepto de “jardín de la metrópoli”, propone igualmente un urbanismo entendido desde el paisaje. El urbanismo tradicional, según Batlle, se ha centrado preferentemente en la problemática de la ciudad compacta o en la intervención puntual sobre el paisaje exterior, y no ha conseguido hacer frente a la nueva realidad del crecimiento disperso, al paisaje suburbano de lo que Ignaci de Solá-Morales llamaba terrains vagues o espacios libres residuales, y a la puesta en crisis, en definitiva, de los límites entre la ciudad y el territorio:                                               
«Encontrar un nuevo futuro para el espacio libre metropolitano puede permitir el proyecto de la ciudad desde un nuevo modelo de continuidad. Ya no se tratará de la ciudad compacta tradicional – con sus calles, plazas, avenidas y parques- sino de una nueva lectura de la ciudad dispersa, donde el nuevo espacio libre puede permitir cohesionar, hacer comprensible, ser la nueva estrategia que defina la forma de la metrópoli, y quizás dar lugar a un nuevo estrato que se superpondrá a la multitud de estratos de construcción y significado que constituyen el hecho metropolitano» (Batlle, 2011: 14).

Robert T. Forman. Modelo PCM para la región metropolitana de Barcelona, 2004

Como alternativa al urbanismo tradicional, Batlle propone un urbanismo que debe basarse principalmente en la sensibilidad perceptiva sobre el lugar y en el logro de los principales objetivos ecológicos establecidos: «El urbanismo desde el paisaje no consiste en una nueva metodología fragmentada, que acumule datos sobre botánica, hidrografía, geotecnia, fauna, etc., sino en una aproximación a la búsqueda de argumentos, quizá no cuantificables, que tratan de producir la unión indisoluble entre ciudad, espacio libre y paisaje» (2011: 124)

En esta fusión de ciudad, espacio libre y paisaje, la infraestructura adquiere un papel protagonista, por ser el elemento que estructura el modelo urbano discontinuo, permitiendo conectar los fragmentos de la metrópoli. Y detrás de la infraestructura, limpiando las cicatrices que ésta genera en el territorio, aparece el paisajismo, extendiendo, como decía Buchanan, una pasta dentífrica –sabor clorofila- más conocida por el nombre de “medidas correctoras del impacto ambiental”. Y así, aparecen espacios verdes dentro de rotondas, como el del Nudo de la Trinitat en Barcelona, de Batlle y Roig, debajo de gigantescos nudos de autopistas elevadas, como el Buffalo Bayou Promenade de Houston, del estudio SWA Group, y en todo tipo de espacios intersticiales asociados a las infaestructuras.

De la infraestuctura suavizada por el verde, en la que el paisajismo tiene un papel curativo-ornamental, se ha pasado en los últimos años a otro concepto más ambicioso: el de infraestructura verde. Este concepto otorga el protagonismo al paisajismo, y a unos flujos circulatorios o movimientos que no son ya los de los seres humanos, sino los de los elementos de la naturaleza, como el agua o las especies vegetales y animales. En la base de este planteamiento están las reflexiones de Robert L. Forman sobre landscape ecology, que cristalizan en su modelo patch-corridor-matrix (Dramstad, W. E.; Olson, J. D.; Forman, R. T. T., 1996), y que tienen como principal antecedente a Ian McHarg, quien fue pionero, con su obra y con su célebre libro Design with Nature (McHarg, I.,1967), en la aproximación al urbanismo y la ordenación territorial desde el paisaje y la atención preferente a los procesos y ciclos naturales. Con la idea de infraestructura verde, el paisajismo da un paso más para asumir el mando en la dimensión territorial del urbanismo, para lo cual le han resultado de gran utilidad los avances informáticos que los SIG representan en el campo de la cartografía.

¿Más Espacios Abiertos para qué? 
Los movimientos arquitectónicos y urbanísticos pasan, pero la fascinación por los espacios verdes permanece. Es sorprendente constatar que la crítica que planteaba en 1966 Jane Jacobs a la veneración de lo verde por parte del urbanismo moderno sigue vigente:
«La urbanística ortodoxa venera los espacios verdes y abiertos de una manera asombrosamente poco crítica, parecida a como los salvajes veneran sus fetiches mágicos. Pregunten a un urbanista si sus proyectos mejorarán la situación de las partes más viejas de la ciudad, y les dirá que la teoría de Más Espacios Abiertos es absolutamente virtuosa por sí misma. Pregunten, también, a un zonificador sobre las mejoras introducidas en los códigos y les citará, también como virtudes evidentes por sí mismas, diversos incentivos encaminados a dejar Más Espacios Abiertos. Paseen con un urbanista por una vecindad desvaída y –aunque presente ya un aspecto ruinoso con sus parques desiertos y sus cansadas panorámicas festoneadas de kleenex usados-, les ofrecerá la visión de un futuro con Más Espacios Abiertos.
¿Más Espacios Abiertos para qué? ¿Para crear zonas vacías y a la intemperie entre los edificios? ¿O para que los usen y gocen las personas normales? » (Jacobs, 1967: 97)

Lower Don Lands. Concurso de proyectos. Toronto. 2008. 
STOSS Landscape Urbanism | Brown + Storey architects | ZAS architects
La urbanística ortodoxa que criticaba Jacobs es la del urbanismo funcionalista de la Carta de Atenas. Aunque la mayoría de los postulados de este tipo de urbanismo se pueden consideran superados, la veneración por lo verde resiste, y se ha mantenido invariable a lo largo de los años. De hecho, en las últimas décadas el fetichismo verde que señala Jacobs se ha reforzado aun más si cabe, y, de la mano de la creciente conciencia medioambiental, se ha convertido en una nueva ortodoxia.

En cualquier caso, creo que Jane Jacobs se levantaría de su tumba si supiese que ahora ya ni siquiera nos conformamos con los parques urbanos y los espacios abiertos entre los edificios, sino que queremos transformarlo todo en espacios verdes: el campo que rodea las ciudades, las fábricas abandonadas, los vertederos clausurados, los aeropuertos en desuso, los barrancos y cauces fluviales, los frentes litorales y los terrains vagues asociados a las infraestructuras. Y, además, por si fuera poco, queremos crear unos parques adicionales, en forma de corredores ecológicos, que conecten todos los anteriores. Aun suponiendo que podamos costear su realización y conservación, lo que en el momento actual parece bastante dudoso, ¿Dónde vamos a encontrar gente para que use y disfrute de tantos espacios verdes?

La idea de un urbanismo entendido desde el paisaje supone ciertamente una considerable ampliación del campo de trabajo asociado a la práctica profesional del paisajismo, que da un salto cualitativo importante al alejarse de la jardinería, y del papel ornamental asociado a la misma, para buscar su sitio en el terreno del planeamiento urbanístico. Para ello, el proyecto paisajista traslada su centro de gravedad: en lugar de la definición formal, se da prioridad como tema central del diseño a la formulación de los procesos, argumentando que este cambio se inscribe dentro de una visión de lo urbano como un ecosistema, cuyo desarrollo es un proceso abierto, de final indeterminado, en el que no se trata de definir unas formas estáticas, sino de guiar y orientar unos flujos (Corner, 2006). El paisajismo, en definitiva, se plantea como una forma de urbanismo.

Llegados a este punto, hay que ser conscientes de que un urbanismo entendido únicamente desde el paisaje es en cierto modo un urbanismo adjetivado, que concentra la atención sobre uno de sus múltiples ejes temáticos, al que se hace depositario de las esencias, en detrimento de los demás. Como ha señalado acertadamente Ricard Pie “Si existe el paisaje, el paisajismo sólo puede existir si es capaz de establecer su espacio de acción, su campo de batalla, sin pretensiones de conquista y con la humildad del que aporta su pequeño grano de arena” (2010: 331). 

En Europa, el gran paso hacia la concepción del urbanismo desde el pasaje ha sido la incorporación a la legislación urbanística, en diferentes países, de una serie de disposiciones que desarrollan el Convenio Europeo del Paisaje (Florencia, 2000). Con ello, el paisajismo adquiere carta de naturaleza, al obtener reconocimiento jurídico-institucional. Este paisajismo “obligatorio”, sin embargo, no tiene un carácter proyectual, sino normativo. Su enfoque es esencialmente analítico, no propositivo, por lo que habrá que esperar resultados para ver si va a servir simplemente para engrosar aún más el bloque más de los planos de información de los documentos de planeamiento y los catálogos de protección, o va a jugar un papel relevante en la orientación y vertebración de las propuestas de ordenación urbana, que es algo que sería deseable, especialmente en la escala territorial, en la que no existen límites administrativos y las ciudades son pequeñas manchas que aparecen de vez en cuando entre grandes extensiones de campos, bosques, montes y cauces fluviales.


 REFERENCIAS
BATLLE, Enric (2011) El Jardín de la metrópoli. Gustavo Gili, Barcelona.
BUCHANAN, Peter (1993) “Oltre il mero abbellimento”, Casabella, nº 597-598, pp. 31-33.
CORNER, James (2006) “Terra Fluxus”, en WALDHEIM, Charles (Ed.) The Landscape Urbanism Reader. Princeton Architectural Press, New York, pp. 21-34 [Traducción castellano (2009) en ÁBALOS, Inaki (Ed.), Naturaleza y artificio. El ideal pintoresco en la arquitectura y el paisajismo contemporáneos. Gustavo Gili, Barcelona]
DRAMSTAD, Wenche E.; OLSON, James D.; FORMAN, Richard T. T. (1996) Landscape Ecology Principles in Landscape Architecture and Land-Use Planning. Harvard University Press, Washington.
FRAMPTON, Kenneth (1994) “Towards an Urban Landscape”, Columbia Documents, nº 4, PP 83-93.
JACOBS, Jane (1961). The Death and Life of Great American Cities., Random House, New York [Traducción castellano (1967) Muerte y vida de las grandes ciudades. Península, Barcelona].
KOOLHAAS, Rem (1995) “What Ever Happened to Urbanism?”, en On Landscape Urbanism  Center for American Architecture and Design University of Texas at Austin School of Architecture, Austin, pp. 122-123. [Traducción castellano (1996) “¿Qué fue del urbanismo?”, Revista de Occidente, nº 185]
KOOLHAAS, Rem (1998) “IIT Student Center Competition Address”, Illinois Institute of Tecnology, Chicago
PIÉ, Ricard (2010) “Contra el paisajismo”, en AA.VV. Después del silencio: Bienal de Canarias Arquitectura, Arte y Paisaje. Gobierno de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, pp. 329-342.
PIZETTI, Ipolito (1993) “Spazi-rifiuto, spazi-scoria, spazi-scarto”, Casabella, nº 597-598, pp. 96-97.
ROWE, Peter (1991) Making a Middle Landscape. MIT Press, Cambridge.
SHANE, Graham (2006) “The Emergence of Landscape Urbanism”, en WALDHEIM, Charles (Ed.), The Landscape Urbanism Reader. Princeton Architectural Press, New York, pp. 55-68.
STEINER, Frederick (2011) “Landscape ecological urbanism: Origins and trajectories”. Landscape and Urban Planning, nº 100, pp. 333-337.
WALDHEIM, Charles, Ed (2006) “Landscape as Urbanism”, en WALDHEIM, Charles (Ed.), The Landscape Urbanism Reader. Princeton Architectural Press, New York, pp. 35-54.
WALDHEIM, Charles (2012) “On landscape, ecology, and other modifiers to urbanism”, Topos, nº 71, pp. 20-24.
(Traducción propia al castellano de los textos originales en inglés que aparecen citados en el artículo. El título “Ampliación del campo de batalla” está tomado prestado del escritor francés Michel Houllebeq)